Acerca de...

En casi todas las culturas ancestrales se acostumbraba mirar hacia el cielo infinito para implorar por protección en las catástrofes, sanación en las enfermedades y resolución de conflictos, sin que estas ceremonias y costumbres tribales comprendieran que la respuesta estaba dentro de ellos. Incluso creamos, sacrificios que alimentaran a nuestros dioses, levantando entre las manos sacerdotales el corazón arrancado y tibio de la doncella o el guerrero que sería entregado. El sacrificio era una actividad religiosa en muchas culturas, e implicaba el derramamiento de sangre humana o de animales en constantes rituales.
Tiempo después se siguieron llevando a cabo estos actos sangrientos en guerras y matanzas en nombre de Dios. Y seguimos implorando al cielo.
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Seguimos buscando la mano de Dios,
y le pedimos que acerque su oído
para escuchar nuestras plegarias y
nuestras súplicas, pero...; un dios
amoroso, que todo lo oye y que todo
lo ve... ¿aceptaría que le roguemos
por algo que sabe que necesitamos?
¿es necesario detallarle nuestra
necesidad?
Para la filosofía polinesia Dios no está
en los cielos solamente, Dios es un
todo, es respirable, es vital, hermoso y
pleno. Para los polinesios la Divinidad
era el Agua Divina.
El agua creadora de vida es quien
recibe y emite la energía, la Luz, la
Transformación.
La Luz en nuestro interior trabaja, el
agua desde nuestro interior vibra y
existe. La Divinidad en nuestro interior
es quien se hace presente dentro de
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nuestro cuerpo cada vez que le damos
la oportunidad. Somos nuestro interior
sanándolo todo, somos la esencia que
brilla de dentro hacia afuera. Nuestra
Divinidad como propia, individual y
totalmente poderosa, pide dejarla
trabajar cuando nuestra armonía se
desequilibra.
Para los kahunas, a la Divinidad
había que darle permiso para actuar,
porque al estar tan apegados a la
mente, a nuestro lado intelectual, no le
permitimos fluir y trabajar en nosotros y
en todo lo que nos rodea.
Cuando nuestra mente no es capaz
de sanar, resolver o armonizar nuestro
camino de vida, nuestra propia
Divinidad está atenta, en espera de
que le demos libertad para actuar en
lo que necesite ser sanado, ya sea en
nuestra vida, en nuestro entorno o en
nuestro camino.